domingo, 30 de enero de 2011

Vacaciones día 6 - 29 de Enero: Cartagena - Islas del Rosario

Un día largo, muy largo...
Con la imagen de las playas continentales del día anterior, nos levantamos decididos a conocer las Islas del Rosario.
Bajamos y nos recibió la troupe de mulatos que te quieren vender cualquier cosa, un par nos ofrecieron el tour a las islas con comida incluida, snorkel y todo. A mi no me gustó, pero después de regatearle en poco entre el cachorro y Coco decidieron ir, yo seguía diciendo que no y Jorge se entretuvo comprando una remera. Nos repartimos en dos taxis, el morocho venía con nosotros y George seguía esperando que le traigan el vuelto de la remera que compró. Se lo trajeron y partimos. El tipo habló todo el camino y cuando estábamos llegando avisó que hay que pagar 12000 colombianos de impuesto en el puerto. Nos caminó de acá a Japón, mientras los chicos discutían un poco con el y Jorge compraba una botella de agua congelada a 4000 yo me dediqué a averiguar cuánto salía el tour sacándolo ahí mismo en la marina. Regateando un poco logré conseguirlo por 35000 cada uno con almuerzo y todo, prácticamente la mitad pero ya era tarde.
Subimos a una lancha con dos poderosos motores de 200 caballos cada uno y zarpamos. Uno de los mulatos ofició de guía haciéndose el simpático sin mucho éxito. En el camino nos cruzamos con otra lancha que tenía problemas y se nos acercaron unos pibes en una canoa hecha con un tronco ahuecado que nunca entendí por qué insistían en colgarse de nuestra lancha cual piratas. El viaje estuvo bueno, avistamos la famosa Playa Blanca y nos ofrecieron hacer snorkel por 20000 colombiamos mas, nos seguían cagando pero ya estábamos en el baile y aceptamos. Julió desembarcó para quedarse en la playa. Llegó la otra lancha y comenzaron a transbordar gente hacia la nuestra, después de un rato bastante largo nos pusimos en marcha nuevamente hacia las Islas del Rosario, un conjunto de 27 islas de las cuales 24 son privadas y algunas son tan chicas que apenas si hay lugar para la casita, un tanque de agua y la cucha del perro.
El mar estaba increíble, aguas turquesas con manchones verdosos y azules y celestes, poco a poco comenzamos a divisar las pequeñas islas, un espectáculo. Después de pasear casi una hora, dejamos a una pareja de mieleros en una de las islas y un grupo de gente que no iba a hacer snorkel descendió en el acuario que según contaron está muy bueno. Finalmente la lancha se detuvo, podíamos ver el fondo de corales y esponjas apenas a un metro de profundidad, repartieron las máscaras y nos dieron la opción de dejarnos el chaleco salvavidas pero con esa profundidad ¿quién necesita chaleco? todos nos lo quitamos y saltamos al agua. El guía, un petiso que apenas hacía pie empezó a nadar a lo Meolans alejándose de la lancha, lo seguimos mientras pudimos, enseguida dejamos de hacer pie y el petiso se seguía alejando. Mas o menos a los sesenta metros de la lancha me cansé, la boquilla del snorkel no fue muy efectiva y tragué un chorro de agua tan salada que me dió arcadas, no me quedó otra que parar a tomar aire y tratar de pensar en otra cosa que me ayudara a olvidar ese sabor tan salado. Inmediatamente escucho una voz que me dice -no doy mas...- era el cachorro que estaba igual que yo, quedamos presos de una corriente que nos alejaba del grupo, se los veía a lo lejos formando un círculo. Me frustré bastante pensando en las cosas lindas que estarían viendo y nosotros tratando de escapar de una corriente pero mas tarde me enteré la realidad, estaban todos tratando de agarrase de un salvavidas para no ahogarse y dentro del salvavidas estaba Jorge que también estaba cansadísimo y pidió ayuda, cuando le tiraron un salvavidas circular desde otra lancha que estaba cerca se lo puso e inmediatamente se le acercaron todos cual cardumen. Parece que Jorge en un acto de autoconservación trataba de alejarlos con las piernas al grito de -me lo tiraron a mí, larguen que nos ahogamos todos!!...- finalmente parece que abandonó el salvavidas y nadó hasta la lancha que era mas difícil de hundir. Cachorro y yo volvimos a buscar chalecos y volvimos a empezar. Con el chaleco fue mucho mas fácil, le quité el snorkel a la mácara para que no moleste, me relajé y comencé a disfrutar de los peces diferentes tamaños y colores, otro espectáculo.
Hay varias anécdotas mas de esta pequeña aventura pero esto se haría demasiado largo así que continúo con el relato, volvimos a la playa blanca, donde dejamos a Julio. Estaba colmado de vendedores de chucherías, chicas que te ofrecen masajes medio de prepo y turistas, demasiados turistas. Almorzamos unos pescados muy ricos y disfrutamos de la playa, caminando un poco el tumulto se disipaba y se estaba mejor, hay algunos paradores sobre la playa donde se puede pasar la noche en hamacas paraguayas. Muy bueno.
La vuelta a Cartagena fue diveritidísima, aunque demasiado húmeda. El mar estaba picado así que volvimos a los saltos y recibiendo olas con la cara. Jorge y Charly estaban en el último asiento y llegaron chorreando agua.
A la noche salimos separados, yo volví un poco mas temprano, encontré la puerta abierta y a cachorro durmiendo como un tronco con la tele a todo volumen, lo desperté para preguntarle cómo dejó todo abierto y me contó que los chicos habían dejado abierto para no dejarlo encerrado solo por las dudas. Tomé algo viendo la tele y me fui a dormir. Como a las siete y media me desperté y me pareció escuchar un ruido, me levanto y confirmé que estaban tirando la puerta abajo a golpes. Cuando abro eran los chicos que no habían llevado llave y hacía tres horas que estaban deambulando por el edificio, tratando de dormir en los pasillos o que los escuchemos... es otra historia larga y una de esas anécdotas que dudo que olvidemos jamás.

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